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Madeleine Elster (Kim Novak - Vértigo, 1958)



Pocos personajes hay tan enigmáticos en el cine, y en cualquiera de las otras artes, como el de Madeleine Elster; y no sólo para Scottie Fergusson (James Stewart), sino también para cualquiera que decida dejarse engullir por la hipnótica Vértigo (1958). Son muchas las aristas que nos deja este personaje interpretado por Kim Novak, seguramente sea necesario todo un libro para dejarlas cuando menos apuntadas, por lo que intentaremos mostrar algunas tan breves como modestas pinceladas en este post.

Sobre todo, intentaremos desmentir el carácter de machista con el que la crítica feminista ha tildado tradicionalmente a esta maravilla de película, crítica centrada fundamentalmente en la transformación de Judy Barton en Madeleine Elster obligada por la fijación de Scottie. Vayamos con ello...

Vértigo está dividida claramente en dos partes. En la primera, Scottie recibe el encargo de un amigo de investigar el extraño comportamiento de su mujer, Madeleine, que parece estar sugestionado por el de una antepasada, Carlota Valdés, que acabaría por suicidarse; tal es la sugestión que el destino de Madeleine parece abocado al mismo final. Scottie no solo hace un seguimiento a Madeleine sino que, enamorándose de ella, quiere poner solución a su problema mental.

Así pues, la primera parte se configura como una polarización entre el estado de irrealidad en el que está sumida Madeleine y el de realidad hacia el que Scottie pretende hacerla regresar. Es interesante que la mujer represente ese estado de irrealidad, del más allá, que Hitchcock asociará claramente al color verde (el coche, el vestido…), un estado que se contrapone al mundo masculino que le ofrece Scottie, un mundo racional. Sin embargo, los intentos de Scottie serán infructuosos y Madeleine acaba engullida por el destino que le había marcado su antepasada, Carlota Valdés. (Como sabrán los lectores, esto es una trampa para Scottie, víctima del engaño del amigo que le ofrece el encargo de investigar a Madeleine)

Es aquí cuando la película dará un brusco giro. Según Tania Modlesky (Las Mujeres que Sabían Demasiado), Scottie sufrirá a partir del shock de la pérdida de Madeleine una profunda melancolía que le hará identificarse con lo perdido, en este caso la mujer y el mundo que representaba. Así pues, Scottie abandona la pretensión de analizar los hechos bajo esa perspectiva racional, masculina, de la hizo gala durante la primera parte del film para verse arrastrado por ese mundo irracional de Madeleine; ésta ha invadido por completo la mente de aquél.

Scottie quedaría en la misma situación que Carlota Valdés. Recordemos que ésta había enloquecido tras ser abandonada por su marido que, a su vez, se había llevado consigo a su hija; Carlota tuvo por destino un errático deambular por las calles del antiguo San Francisco buscando a ésta última. De la misma forma, Scottie deambula buscando a Madeleine como un alma en pena por el actual San Francisco. Tal es la sugestión, esta vez real, que sufre el personaje masculino de la película, que es totalmente mediatizado por el recuerdo de Madeleine y, mucho más allá, por el de Carlota Valdés.

Así pues, el hecho del encuentro con Judy Barton (quien realmente interpretaba el personaje ficticio de Madeleine) y su proceso de conversión en esta última obligada por Scottie, no debería ser interpretado como una sumisión del personaje femenino por el masculino, pues recordemos que este ya está en esta segunda parte de la película totalmente sugestionado por el mundo femenino e irracional de Madeleine. Sirva este apunte para contrastar con otras interpretaciones de la película que la califican como puramente masculina, en la que la mujer es un mero objeto moldeable por el hombre.

La relación de Judy Barton y Madeleine Elster, interpretadas ambas por Kim Novak, y la transformación de la primera en la segunda, que en palabras del propio Hitchcock supone el tema principal de Vértigo, es tratada por el maestro a través de dos elemento simbólicos muy presentes en la película. Ya hemos dejado apuntado que el color verde es el que simboliza el mundo de Madeleine, y de color verde es el ajustado vestido que viste Judy Barton cuando Scottie por fin la encuentra en su deambular errático con las calles de San Francisco.

Pero hay otra escena en la que el simbolismo del color es mucho más evidente. Scottie, tras una primera cita, implora a Judy que siga saliendo con él. Ella se sienta junto a la ventana haciendo que su perfil quede recortado en un contraluz provocado por el luminoso verde del hostal. Parte del rostro de Judy se ensombrece a medida que el color verde baña la otra mitad, como queriéndonos dar a entender que el mundo de Madeleine envuelve a Judy irremisiblemente a medida que su propio yo se desvanece. Poco después, en su definitiva conversión, Judy emergerá de una penumbra verde provocada por la luz de aquel luminoso, como si Madeleine regresara de entre los muertos.

El otro de los elementos utilizados por Hitchcock para denotar esa relación entre Judy y Madeleine es el espejo. Ya en la primera escena en el restaurante en la que conocemos a Madeleine, ésta se refleja en el espejo del mismo a su salida. También hará lo propio cuando, seguida por Scottie, entra en la floristería para comprar un ramo de flores igual al que portaba Carlota Valdés en el cuadro del museo. Judy, durante su conversión paulatina en Madeleine, también será reflejada en otros espejos (tienda de moda, habitación del hostal…). Hitchcock denota con tales reflejos ese desdoblamiento de la personalidad que sufre la mujer real, Judy, para convertirse en la irreal, Madeleine.

El mundo irreal de Madeleine, por fin, hará que Judy tenga el mismo final al que aquélla estaba avocada. Seguramente, Judy Barton sea uno de los personajes más desdichados de la historia del cine…

Estaréis de acuerdo que nos queda mucha tela que cortar sobre la película, una de las más complejas de la historia del cine, pero tan sólo pretendemos acercarnos a los personajes femeninos de Hitchcock y, en este caso, al de Madeleine Elster. Seguramente podríamos contar más sobre la propia Judy Barton y sobre Carlota Valdés, los dos polos en medio de los que se sitúa Madeleine. Pero eso ya es mucha tela… 

Un artículo de David Carrascosa

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