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Frances Stevens (Grace Kelly - Atrapa a un Ladrón)


Que Alfred Hitchcock utilizaba la trama principal de una película como envoltorio para hacernos llegar el verdadero mensaje que la misma encierra tiene un ejemplo notable en Atrapa a un Ladrón (1955). De hecho, el mismo título de la película engloba esa doble vertiente a la que nos invita el maestro: de un lado, los intentos de John Robie (Cary Grant) para desenmascarar a quien, emulándole a él y su pasado como ladrón de joyas, está llevando a cabo una serie de robos en la Costa Azul, haciendo que las sospechas de la policía recaigan sobre él; de otro, la seducción que Frances Stevens (Grace Kelly) despliega como una tela de araña para atrapar a Robie, su particular ladrón.

En realidad, es en esta segunda vertiente donde Hitchcock despliega su ingenio como director. Si bien en la primera se centra en uno de los temas básicos en sus películas, el falso culpable, en la segunda nos presenta la transformación psicológica de una niña caprichosa a una mujer enamorada. Y es que Frances Stevens es eso, una niña caprichosa que tiene todo al alcance de su mano gracias a la gran fortuna de su madre. Se sirve de esa opulencia económica para sus conquistas amorosas, que las cuenta como trofeos de caza.

Un personaje frívolo como el que nos presenta Hitchcock en Atrapa a un Ladrón, y para quien el amor queda aparcado siempre detrás del sexo, lo volveremos a ver en Los Pájaros (1963), con Melanie Daniels. Frances Stevens lleva desde el principio la iniciativa, desde el momento en el que nos la presenta Hitchcock como una mera observadora en la playa con su bikini amarillo y sus gafas de sol: en ese momento ha puesto sus ojos en John Robie, que ha llegado a la playa desde la lancha motora con la que, conducida por Danielle, ha huido de la policía.

Es significativo que en esta primera parte de la película, Hitchcock nos presente a un John Robie a merced de las mujeres. Si Danielle Foussard (en realidad la mano ejecutora de los robos) ha sido quien conducía es lancha motora, será Frances quien conduzca temerariamente el descapotable por las sinuosas carreteras de la Costa Azul llevando a Robie de copiloto. La noche anterior, recordemos, Frances había dado un beso de despedida a John en la puerta de su habitación. La seducción estaba en marcha…

Llegamos así a la escena clave de la trama. Frances, que conoce el pasado como ladrón de John, le ha invitado a su habitación por la noche. La primera viste de blanco inmaculado, símbolo de pureza, mientras que el segundo un smoking negro, reflejo de su delictivo pasado. Ella porta un lujoso collar que utiliza como cebo para atraer a John, correlato de su costumbre de utilizar la opulencia económica familiar para sus conquistas amorosas. De hecho, es significativo como el collar brilla en todo momento durante la escena mientras que el rostro de Frances queda ensombrecido en ocasiones en la penumbra de la habitación. Ella misma queda en segundo plano respecto del collar, respecto de la riqueza material.

La penumbra de la habitación queda bañada en una curiosa y significativa tonalidad verde. Esto nos retrotrae a la primera escena de la película, cuando un gato negro deambula por los tejados en una noche con esa misma tonalidad verde mientras se suceden los primeros robos de joyas. En efecto, en la habitación en la que Frances quiere consumar su seducción se va a producir otro robo, pero esta vez no el de una joya… A la mañana siguiente, la madre de Frances le reprocha a ésta que ha sufrido “otra clase de robo”: el del corazón.

La actitud de Frances cambia radicalmente desde entonces. Su relación con Robie ya no viene marcada por su iniciativa en la seducción, sino por adoptar un papel pasivo en espera de que éste le tienda la mano. Esto quedará reflejado en la última escena en la villa residencia de John Robie: Frances se dirige a él casi esperando el rechazo como si de una suerte de castigo por su frívola vida anterior fuese a caer sobre ella. Frances ya no es una niña caprichosa, es una mujer enamorada.

Y hasta aquí llegamos con esta pequeña joya de Hitchocock. Se suele decir que es una de sus obras menores, pero ya quisieran muchos directores poder haberla filmado. Para la historia quedará que durante el rodaje de esta película Grace Kelly conocería a Rainiero de Mónaco, su particular ladrón en la vida real. Curiosidades de la vida...

Un artículo de David Carrascosa

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